Históricamente los medios de comunicación tradicionales (televisión, radio, prensa escrita, …) han llegado a mano del usuario final (lector) tras una compleja y exhaustiva revisión que incluye, por ejemplo, la adecuación de los contenidos a las legislaturas y normativas aplicables o la adaptación para el público receptor.
Las nuevas tecnologías -especialmente Internet- brindan a toda persona la oportunidad de transmitir datos y exponer pensamientos, sin límites geográficos ni público final. ¿Qué significa esto? Para bien o para mal, podemos hacer llegar nuestras ideas a cualquier persona, sin prácticamente ninguna limitación.
Entonces pues, deberíamos reflexionar sobre algunos aspectos que pueden influir negativamente en la legalidad de los contenidos que genere un usuario: ¿Conoce éste los matices legales que aplican a los contenidos y a los sitios publicados en la red? ¿Todos los contenidos que encontramos en la red son de calidad? Pensemos por un momento qué pasaría si debiesemos revisar absolutamente todos los contenidos presentes en la red. Un alto porcentaje de publicaciones carecerían de validez legal.
¿A dónde nos lleva todo esto? Podemos afirmar que Internet es un gran mar de información llena de matices que incumplen la legislación y normativa legal. Por supuesto, se trata de un medio libre que difícilmente puede ser revisado en su plenitud. Sin embargo, los cuerpos de seguridad trabajan día a día para ofrecer un entorno libre de delitos, asegurando un cierto baremo de corrección.