Estudiar en España: solo para ricos

No, no estoy exagerando. Cuando digo que en estudiar en España es solo para ricos, me refiero a que los tiempos no han cambiado tanto y cursar una carrera en las universidades españolas sigue costando demasiado. Sí, existen becas, pero nunca he entendido como funcionan. O dicho de otra forma, es cuestionable el modo de otorgarlas.

¿Y a qué viene todo esto? Hace una semana terminé la Diplomatura de Ciencias Empresariales en la UOC. Como ya sabéis, soy un gran forofo de aprender cosas nuevas y tenía la sana intención de empezar el Grado de Administración de Empresas. Ingrata sorpresa cuando he leído sobre las convalidaciones al pasar de la Diplomatura de Ciencias Empresariales al Grado de Administración de empresas y me he topado con que hay que pagar un 40% del coste de crédito por tener una titulación anterior y 25% solo por convalidar asignaturas de un Grado.

Entonces, a modo de cálculo rápido, me salen lo siguientes números:

Precio/crédito Grado ADE = 17,20€
Créditos adaptados Diplomatura CCEE -> Grado ADE: 174 créditos.
Coste teórico total de los créditos convalidados = 2992,8€
Recargo (25%) adaptación créditos desde CCEE = 748,2€
Recargo (40%) por titulación anterior = 1197,12€

Precio total a pagar por convalidar los créditos de CCEE = 1945,32€

¡Guau! Casi 2000€ solo por convalidar los créditos que, no solo he pagado anteriormente, sino que ya los he pagado un 40% más caros y por los que además he de volver a pagar recargo. A todo esto he de sumar el precio de matricula de un semestre, que si por ejemplo son 6 asignaturas, serian 619,2€.

Resumiendo… para empezar otra carrera este semestre, tendría que pagar 2564,52€. Que dicho en nuestras querida y antigua moneda, supone la friolera de 426.700 pesetas Y ojo que aquí solo va el precio de los créditos, al que deberiamos sumar precio de materiales, matricula, transportes, etc, etc.

¿Alguien sigue pensando que estudiar en España está al alcance de cualquiera?

Organizaciones sobreadministradas

Los modelos organizativos están cambiando y las empresas asimilan rápidamente el punto de ruptura en el cual se separa la propiedad de la empresa de sus órganos de dirección. Por otro lado podemos constatar que las decisiones cada vez están más repartidas a diferentes niveles de la estructura, y no únicamente en el ápice estratégico. Hoy en día tenemos Jefes de Ventas y Responsables de Producto, cuando antes solo existía el Director Comercial con toda la responsabilidad, la visión y estrategia.

¿Qué nos dice esto? Esta fragmentación de poder, repartición de las decisiones -o de los órganos de poder- de la organización nos transmiten una filosofía de gestión muy particular, donde la especialización o enfoque a núcleos específicos es la primera prioridad.

Por otro lado, esta división ha roto uno de los motores más importantes de las organizaciones: el liderazgo. Se ha desdoblado la figura del Directivo de manera tan intensa, que estas nuevas figuras, aún cumpliendo con los criterios organizativos, muchas veces no forman parte de una proyección sólida de liderazgo. Es demasiado frecuente que en las empresas las cosas sucedan como resultado de un conjunto de asunciones i no por una visión clara y firme de un líder que haga que las cosas sucedan.

Sin lugar a duda, nos sobran administradores y hacen mucha falta los líderes.